
Las mujeres de origen Celta eran criadas tan libremente como los hombres. A ellas les era dado el derecho de elegir sus compañeros y nunca podrían ser forzadas a una relación que no querían. Eran enseñadas a trabajar para que pudieran garantizar su sustento, eran excelentes amantes, amas de casas y madres.
Desde pequeñas aprendían el manejo de las armas para estar preparadas para defenderse ante cualquier enemigo, ya fuera animal o humano.
Eran especialmente coquetas, se maquillaban con una hierba llamada "ruan" y con jugo de bayas. Tenían un excelente sentido del gusto y de la belleza. Usaban adornos y cosían campanillas en sus ropas para llamar la atención, cuidaban su cabello y lo trenzaban de formas diversas.
La primera lección era: “Ama a tu hombre y síguelo, pero sólamente si ambos representaran, uno para el otro, lo que la Diosa Madre enseñó: Amor, compañerismo y amistad”
¡Jamás permitas que ningún hombre te esclavice: naciste libre para amar, y no para ser esclava!.
¡Jamás permitas que tu corazón sufra en nombre del amor. Amar es un acto de felicidad! ¿por qué sufrir?
¡Jamás permitas que tus ojos derramen lágrimas por alguien que nunca te hará sonreir!
¡Jamás permitas que el uso de tu cuerpo sea cercenado. Tu cuerpo es la morada del espíritu. ¿por qué mantenerlo aprisionado?
¡Jamás te permitas estar horas esperando alguien que nunca vendrá, aunque te lo haya prometido!
¡Jamás permitas que tu nombre sea pronunciado en vano por un hombre cuyo nombre ni siquiera sabes!
¡Jamás permitas que tu tiempo sea desperdiciado con alguien que nunca tendrá tiempo para ti!
¡Jamás permitas oír gritos en tus oídos. ¡El Amor es lo único que puede hablar más alto!
¡Jamás permitas que pasiones desenfrenadas te lleven de un mundo real para otro que nunca existió!
¡Jamás permitas que otros sueños se mezclen a los tuyos, volviéndolos una gran pesadilla!
¡Jamás creas que alguien pueda volver cuando nunca estuvo presente!
¡Jamás permitas vivir en la dependencia de un hombre como si hubieras nacido inválida!
¡Jamás te pongas linda y maravillosa a fin de esperar un hombre que no tendrá ojos para admirarte!
¡Jamás permitas que tus pies caminen en dirección de un hombre que solo vive huyendo de ti!
¡Jamás permitas que el dolor, la tristeza, la soledad, el odio, el resentimiento, los celos, el remordimiento y todo aquello que pueda sacar el brillo de tus ojos, te dominen, haciendo enfriar la fuerza que existe dentro de ti!
Y, sobre todo, jamás permitas perder la dignidad de ser... MUJER
Sigue las indicaciones de los celtas y ten una vida más digna.
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La mujer ocupa un lugar de gran importancia en el mundo celta hasta tal punto que dioses y héroes reciben, en muchas ocasiones, el nombre materno. Madres, esposas, hermanas, amigas y amantes, también sabían luchar en la batalla; entendían de leyes, dirigían hogares, trabajan el campo, se experimentaban en la lucha; conocían las ciencias de la magia, la poesia y la escritura . Su situación era de igual a igual, respecto al hombre, en la sociedad celta, una característica que recuerda mucho a la posición de la mujer en el antiguo Egipto, muy similar al caso de las mujeres celtas. Se confiaba mucho en sus conocimientos del mundo natural, con independencia de la indiscutible sabiduría druídica; no tenían tabúes en el campo de la sexualidad y defendían a sangre y fuego a su pueblo en caso de ser atacados por algún enemigo. La multiplicidad de diosas que cuenta el mundo celta demuestra la importancia de la mujer en su sociedad, sin robarle la suya a los varones. En el caso del origen de los Tuatha Dè Dannae, se les conoce como los hijos de la diosa Danu. Los hijos de la diosa DANA. En todas las cultura precélticas indoeuropeas el papel de las diosas-madre fue básico. Las primeras diosas madre simbolizaron la fuerza de la tierra para cubrir las necesidades de los seres humanos; concedía fertilidad, acompañaban a los hombres en su soledad, les sanaban en caso de mala salud.
Los celtas conservaron, pese a su arrolladora masculinidad y una organización básicamente patriarcal, una indiscutible devoción haia Dana, la dama de los dólmenes, como madre de todos los dioses. Los relatos populares la consideran como reina de las hadas, de los enanos o korrigans, a cuyo cuidado estaban confiadas enormes riquezas subterráneas. La consideraban, en resumen, la gran regidora de un inframundo misterioso y, en ocasiones, hasta mortal. Hay quien dice que era esa anciana de aspecto terrible, hechicera implacable pero también bienhechora que no desdeñaba echar una mano a quienes lo necesitaban, si demostraban que tenían buen corazón. La diosa madre pasó a llamarse, tras la cristianización, Santa Ana, la madre de la Virgen María, mateniendo su antiguo prestigio como diosa de la fertilidad, y protectora bajo los auspicios de la luna. Los gaélicos la bautizaron con los nombres de Brigantia y Gwen.
Texto sacado del blog "Mi Propio Laberinto"